Las viviendas de la margen oriental del río están marcadas para el posible traslado, pero URBE no tiene proyectos en la zona.
Cada pronóstico de lluvia es un sobresalto para Aquiles Roa. Por más de veinte años, ha tenido que sufrir, junto a su esposa, los embates de numerosos fenómenos atmosféricos que han dejado anegada su deteriorada vivienda de madera y zinc construida a escasa distancia del río Ozama, en la comunidad El Dique, del municipio Santo Domingo Este.
Él, al igual que muchos de sus vecinos, ya no cuentan las veces en que la crecida del contaminado afluente ha destruido su cama, estufa, nevera y otros ajuares pese a su acostumbrada medida preventiva de subirlos en mesas, huacales, gomas o blocks cuando ven que el cielo se nubla o hay alguna alerta meteorológica.
“Cuando llega la noticia de que viene agua, no tengo más nada que hacer. Me quedo aquí hasta que el agua me dé por ahí (señala su cintura) y que sea lo que Dios quiera”, expresó a reporteros de elCaribe como muestra de su resignación por residir en una de las 1,006 zonas vulnerables a los efectos de eventos atmosféricos, identificadas en el territorio dominicano.
Preocupación aumenta con la temporada ciclónica
En este mes septiembre, considerado entre los más activos de la actual temporada ciclónica (que se extiende hasta el 30 de noviembre) la situación se vuelve más preocupante para todos los lugareños de la margen oriental del río.
Coinciden en que, por motivos de sus limitados recursos económicos, cada día se ven obligados a enfrentan el hacinamiento, el permanente riesgo de inundaciones y la exposición a enfermedades.
Tal es la situación de Bienvenido Rivera, de 70 años, quien migró con su nieto a la riesgosa orilla del río desde hace más de 15 años. “Yo aquí pago mil doscientos pesos de alquiler. Siempre pienso en irnos por cuenta propia pero no encontramos para dónde, todo es a base de dinero y muy complicado”, contó.
Aunque afirma que es común la presencia de los organismos de emergencia antes, durante y después de alguna alerta meteorológica, entiende, como otros comunitarios, que desalojarlos de las riberas del afluente sería la solución al calvario que pasa cada cuanto ocurren aguaceros.
Marcas en las viviendas
Precisamente la expectativa de un posible traslado se mantiene entre varios moradores de la comunidad ribereña, donde las casas, comercios y barracones, entre la vía principal y los callejones han sido marcados con letras y números de color rojo en las paredes de las estructuras.
Según detalló Andrés Ruiz, vicepresidente de la Junta de Vecinos, la identificación de las propiedades que serían removidas, junto al desalojo de las familias, ya se ha realizado en dos ocasiones, sin que logre materializarse.
“Eso viene enumerado por URBE (Unidad Ejecutora para la Readecuación de Barrios y Entornos) pero se pasó el gobierno de Danilo y este lleva tres años y ellos no han procesado eso. En aquel gobierno marcaron y en este han proseguido evaluando el espacio que uno ocupa y llevando anotaciones sobre eso”, dijo.
Agregó que hay unas 500 casas a las que moverían debido al doble riesgo de inundación y deslizamientos de tierra que provocan las lluvias.
Sin proyectos en la zona
Pese a las afirmaciones de que el notable inventario de las viviendas ha sido realizado por URBE, la referida institución no tiene proyectos de intervención en la zona, según se informó a este medio.
En la actualidad, se realizan intervenciones en la otra margen del afluente, en el proyecto Nuevo Domingo Savio, que implica la liberalización de espacios para la circulación en la barriada compuesta por La Ciénaga y Los Guandules.
Proyectos de desalojo por años han fracasado
Por años se han establecido planes para reubicar a las familias a orillas del río. Algunas intervenciones presentan resultados iniciales, sin embargo, existen casos en que el problema regresa e incluso se agudiza. Por ejemplo, en entre el 1968 y 1978 se construyó el proyecto habitacional Las Caobas con el fin de trasladar a las personas de las marginales del río, pero fracasó debido a que los beneficiarios vendieron su propiedad y al poco tiempo regresaron a La Ciénaga y La Zurza.